El pasado 3 de noviembre, la participación de las energías renovables en el mix energético español pulverizó su récord histórico al alcanzar una cuota del 73,5%. No fue la única buena noticia de entonces, ya que en términos mensuales la generación con fuentes limpias se encaramó a su máximo al tocar con los dedos el 60%, contribuyendo de esta forma a un 2023 que logró el hito de superar la producción con combustibles fósiles e incluyendo la nuclear.
Pedro Fresco fue uno de los expertos que saludó este logro aunque incorporando un matiz: la cuota oficial del 50,8% habría sido, en realidad, del 53% si se le añadían las aportaciones del autoconsumo y la hidroeléctrica de bombeo. Un mes después, llamó la atención sobre el hecho insólito de que en el solsticio de invierno, esto es, el día del año con menos horas de sol (entre el 21 y el 22 de diciembre de cada año en el hemisferio norte), la suma de la generación fotovoltaica y solar térmica aportó más electricidad que los ciclos combinados.
España es uno de los 12 alumnos aventajados a nivel mundial porque están desplegando su infraestructura renovable a mayor ritmo de lo previsto para cumplir con los objetivos fijados para 2030. En ese top-12 sólo se encuentra otro país de la UE, Suecia.
Como colofón, y puestos a señalar récords, las emisiones de gases de efecto invernadero de nuestro país habrían registrado su mínimo histórico tras caer un 7,5% en 2023, haberse desplomado por la pandemia de covid-19 y haber repuntado durante 2021 y 2022. Y todo ello gracias, en buena parte, al despliegue masivo de renovables. Además, lo bueno es que esas emisiones se habrían situado por debajo de los niveles de 1990, punto cronológico de referencia a la hora de medir los avances en descarbonización, y mejor aún que esa reducción se habría producido con el Producto Interior Bruto creciendo como como lo hizo el año pasado, lo que desterraría definitivamente el mantra de que la lucha contra el cambio climático perjudica el desarrollo económico. La utilización reiterada del condicional se debe a que todas estas estimaciones tardarán aún unos meses en adquirir oficialidad.
Nuevos desafíos para las energías renovables en España
Si uno se quedara en estos cuatro párrafos, la conclusión sería que todo marcha estupendamente. Sin embargo, no todo es luz; también hay sombras o, si se prefiere, desafíos y asignaturas pendientes.
Es verdad que, en su informe, el grupo independiente Ember incluye a España en el escogido grupo de 12 países con mayor intensidad en la instalación de renovables… pero al mismo tiempo nuestro país desaparece de la lista de naciones que se han comprometido a triplicar la potencia de energía limpia, objetivo sobre cuya necesidad existe un amplio consenso entre los expertos. A ello se suman los cuellos de botella burocráticos, que han obligado al Gobierno a ampliar los plazos para obtener las autorizaciones para construir renovables, salvando (o eso es lo que se pretende) 60.000 millones de euros de inversión; eso sí, a costa de retrasar su puesta en marcha.
Asimismo, es cierto que en el mencionado análisis del Basque Centre for Climate Change (BC3) y el Observatorio de la Transición Energética y la Acción Climática (Otea) se concluye que nos movemos en mínimos históricos de emisiones… pero también que España anda muy retrasada en la descarbonización de la movilidad, en la instalación de bombas de calor en las viviendas y en el ritmo de electrificación de la industria. Acelerar en estos tres terrenos reduciría aún más los gases de efecto invernadero expulsados a la atmósfera y tendrían un efecto aparentemente contradictorio, al aumentar por una parte la eficiencia (menos consumo/demanda) y, por otra, el empleo de energías limpias (más consumo/demanda).
Sobre los vehículos eléctricos, las cifras absolutas (y relativas respecto a los países de nuestro entorno) siguen siendo muy pobres: bastante lejos de los 100.000 puntos de recarga comprometidos para el año que acaba de terminar y con una paupérrima cuota eléctrica del 5% del parque automovilístico matriculado.
En 2023 se pudo ver cómo la electricidad fue gratis en determinadas franjas horarias, un fenómeno que, con el despliegue renovable, será cada vez más frecuente. Ello ha hecho saltar las alarmas en determinados ámbitos, donde se arguye que puede llegar a asfixiar el propio desarrollo de las energías limpias. Sin embargo, el nacimiento de las llamadas baterías virtuales y la progresiva puesta en funcionamiento del almacenamiento físico, junto con un previsible crecimiento de la demanda eléctrica, pueden conjurar ese riesgo y, de paso, revitalizar el autoconsumo, para el que existe una partida adicional de 500 millones de euros que hasta ahora está siendo desaprovechada.
El rompecabezas energético es complejo, pero todas sus piezas son renovables.