Cada 5 de junio, desde 1974, se celebra El Día del Medio Ambiente para sensibilizar e involucrar a la ciudadanía, de manera global, en la necesidad de dar respuesta a los grandes retos que se nos presentan en materia ambiental, pero sin olvidarnos de los retos sociales. Naciones Unidas eligió este día como foco de atención mundial sobre los objetivos medioambientales y la dinamización de la acción política.
«El mensaje de este Día Mundial del Medio Ambiente es simple: rechaza el plástico descartable. Si no puedes reusarlo, rehúsalo. Juntas y juntos podemos trazar el camino hacia un planeta más limpio y verde». — António Guterres, Secretario General de la ONU
Por tanto, el gran reto es motivar a las personas para que se conviertan en agentes activos del cambio hacia una sociedad más sustentable, equitativa, justa, solidaria, cooperativa y comprometida, no sólo con los animales humanos si no también con el resto de seres que compartimos un hogar común.
Y, para ello, el siglo XXI debe no sólo analizar lo que está sucediendo si no también dar respuesta, de manera urgente, a las graves consecuencias que sobre el conjunto de los seres que co-habitamos el planeta están causando el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación, los fenómenos meteorológicos extremos (cada vez más frecuentes), el empobrecimiento de los suelos, el agotamiento de los recursos naturales, la sobrepoblación humana, el consumismo desbordado y la plastificación de la Tierra, el aumento de la temperatura en los océanos y, como consecuencia, la disminución de oxígeno disponible o el desequilibrio en las corrientes marinas, el deshielo de los casquetes polares y el aumento del nivel del mar, la escasez de agua, etc.
Grandes retos que, a priori, pueden resultar inasumibles por el alcance y dimensión que conllevan, así como por la necesidad de consensos globales en la esfera política, administrativa, jurídica, empresarial o ciudadana. Pero es imprescindible destacar que el tiempo se agota y no podemos seguir realizando análisis y asistiendo a Cumbres baldías. Cientos de informes, investigaciones y Acuerdos que no nos vinculan a nada, que no establecen la relación directa entre nuestras decisiones y acciones con los graves problemas ecosociales a los que nos enfrentamos.
Por tanto, es necesario el empoderamiento de la ciudadanía desde la co-responsabilidad individual y, sobre todo, grupal. Llevamos varias décadas repitiendo como un mantra «think global, act local» (piensa global, actúa local), pero lo cierto es que necesitamos y debemos pensar y actuar tanto local como globalmente. Y hacerlo siempre desde lo colectivo, desde la suma y la riqueza que nos proporciona la comunidad. Porque ha sido precisamente el individualismo lo que nos ha conducido a esta crítica situación. Un individualismo sostenido por un sistema económico capitalista que busca la maximización de los beneficios, externalizando cualquier coste social o ambiental, que tampoco asume los límites biofísicos planetarios.
Como recogía el documental «Mañana», hay cientos de personas en el mundo que trabajan cada día por construir un planeta y un futuro mejor, impulsando proyectos colectivos. Es el momento de extender los brazos, cual si fueran ramas, y de enredarnos para crear un bosque sustentado en el apoyo mutuo, la empatía, el conocimiento compartido y la sororidad que vaya dando sus frutos para que éstos se transformen en semillas que, a su vez, den lugar a nuevos árboles. Un gran bosque donde tengan cabida todas las iniciativas que antepongan el bien común y el buen vivir y lo hagan desde los valores de la economía social y solidaria de la que tan orgullosas nos sentimos y desde los ecofeminismos.
Todos los días son el Día Mundial del Medioambiente y debemos recordar que sin la naturaleza, de la que somos parte y dependemos, no podríamos vivir.