En esta semana se ha celebrado la controvertida subasta por la que el Gobierno concedía licencias para instalar hasta 3.000 MW de renovables. Controvertida, entre otras cuestiones, porque el alambicado modelo diseñado excluye tanto a tecnologías maduras, como es el caso de la fotovoltaica, como la participación de agentes cuyo objetivo principal es activar ciudadanía en el ámbito energético.
Ninguna sorpresa respecto de lo que se esperaba. El resultado ha sido que toda, absolutamente toda, la potencia asignada ha ido a parar a una única tecnología: la eólica. Tal y como se había advertido que ocurriría, ya que la metodología de la subasta estaba diseñada para expulsar a otras tecnologías diferentes a ésta. En esta línea y con buen tino, la patronal UNEF (Unión Española Fotovoltaica) había solicitado medidas precautelares para suspender la subasta. Aun así, España, el país del sol, da de nuevo la espalda a la producción fotovoltaica.
El resultado de la subasta era predecible. Grandes, grandísimas corporaciones son las adjudicatarias. Algunos desmemoriados pensarán que con ello se garantiza la viabilidad de los proyectos. Pero, la experiencia demuestra que la aparente solidez que otorga el tamaño de estas organizaciones no es garantía de que lleguen a conectar la potencia adjudicada en plazo. Además, esta subasta pone de manifiesto la enorme inconsciencia del regulador, que no aprovecha la ocasión para fomentar proyectos que activen la participación ciudadana en el ámbito energético, a través de un cupo de reserva. La metodología está diseñada con infranqueables barreras de entrada a organizaciones que siendo sostenibles y profesionales, no pueden competir con corporaciones que ostentan dominio de mercado. El grave contexto ambiental (pérdida de biodiversidad, contaminación atmosférica, degradación de ecosistemas, agotamiento de recursos, cambio climático…) y las serias implicaciones sociales del sistema energético (desplazamientos forzosos de personas, guerras, precariedad o falta de empleo…) exige políticas serias de activación ciudadana en transición energética. Y este asunto es capital. La participación de la población en el ámbito energético no es una moda o un matiz superfluo. Abordar con cierto margen de seguridad la urgencia ambiental que tenemos por delante, implica un cambio de hábitos tan disruptivo de toda la sociedad, que desaprovechar una ocasión tan importante como la subasta para activar ciudadanía, es una irresponsabilidad.
La subasta del pasado 17 de mayo es una evidencia más de la falta de sensatez de la política energética española y nos vuelve a demostrar que estos modelos complejos y de gran especialidad técnica se desploman porque carecen de la simplicidad del sentido común. Nada nuevo bajo el sol. ¿Nada?
Afortunadamente, la ciudadanía va por delante del regulador. A pesar de las fuertes barreras de entrada y de un rosario de normativas y procedimientos delirantes, organizaciones del ámbito energético que han nacido al calor de la economía con valores saben, sabemos, sortear con creatividad y sentido común el bloqueo a la transición energética. Organizaciones que han puesto el foco en facilitar herramientas sólidas y sencillas donde la ciudadanía puede ser co-protagonista del cambio de modelo energético. Y así encontramos servicios tales como contratar la luz con una cooperativa, invertir en proyectos colectivos de energía limpia, aplicar metodologías de ahorro energético y hacer nuestro hogar y nuestra vida más sostenible.
En esta línea, queremos visibilizar la campaña que hemos puesto en marcha desde ecooo para romper la inacción en autoconsumo, la Oleada Solar. En estos últimos años, en el país del sol, apenas se han registrado 148 instalaciones de autoconsumo doméstico. Una normativa penosa y una desinformación paralizante son las responsables de esta situación. Nuestra experiencia nos demuestra que a pesar de la legislación, las personas que han instalado paneles en el tejado de su hogar están muy contentas. Ahorran en torno al 30% en la factura de la luz y dejan de emitir una considerable cantidad de CO2 a la atmósfera. Hay que seguir haciendo incidencia política para conseguir una normativa adecuada, aun así hay que fomentar que toda persona que tenga capacidad de ser autoproductora, lo sea. Por todo ello, lanzamos un reto, conseguir en 45 días que 100 hogares apuesten por generar su propia energía uniéndose a esta iniciativa. La campaña se centra en el poder de la comunidad, generando importantes ahorros por compra colectiva, y se asienta en los valores de la economía social y solidaria. La comunidad oleada solar decidirá, de manera colectiva, qué organización social se beneficiará de un sistema de autoconsumo solidario. De este modo, al beneficio particular, se le contagia de valores tan necesarios como la solidaridad y la responsabilidad compartida hacia el planeta y quienes lo habitamos.
Sin haber acabado el plazo, ya hay más de 169 solicitudes. Como decíamos, la ciudadanía va muy por delante de sus gobernantes.
Necesitamos avanzar hacia un modelo de sociedad que utilice menos energía y que la que utilice sea limpia. La tecnocracia se ha demostrado ineficiente en esta responsabilidad. Lógico, tras la forzada complejidad del sistema se oculta un secuestro de la política energética a favor de los intereses de las grandes corporaciones. La única vía sensata pasa por contar con múltiples actores que rompan esta nefasta connivencia. Por tanto, urge apostar por un modelo energético distribuido. Personas, barrios y pueblos, siendo actores protagonistas de la transición energética. Muchos agentes, locales, resilientes y conectados están cambiando el mundo. Está en marcha la revolución energética ciudadana, que a pesar de las barreras, se abre paso desde la creatividad y el sentido común.
Cote Romero
Equipo ecooo