Esta semana hemos estado en Bruselas, en el Parlamento Europeo para presentar el proyecto Enciende Refugio ante eurodiputadas y eurodiputados de diferentes grupos políticos. Un acto que ha sido posible gracias a la implicación y facilitación del MEP Florent Marcellesi y su equipo.
La iniciativa Enciende Refugio, puesta en marcha el pasado mes de noviembre, junto a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), pone el foco sobre el “alarmante crecimiento” de los desplazamientos forzosos debido al actual modelo energético, al tiempo que ofrece a la ciudadanía herramientas para que ésta sea partícipe y protagonista de la transición energética, invirtiendo éticamente, desde 100€, en una planta de energía solar fotovoltaica.
Una presentación en la que hemos querido poner de manifiesto como el actual modelo ecosocial y económico conduce al ecocidio y a que, desde 2008, cada año 21’5 millones de personas tengan que abandonar sus hogares, dentro de su país o al extranjero, por causas relacionadas con el clima (cifras de ACNUR).
La energía que consumimos no es inocua, está estrechamente relacionada con la forma en la que la producimos así como con las lógicas económicas con las que operan las organizaciones que la gestionan o aquellas que extraen recursos o realizan infraestructuras energéticas. Lógicas que anteponen los intereses empresariales al derecho de las personas a vivir dignamente en sus territorios.
Un modelo energético responsable del cambio climático pero también de numerosos conflictos bélicos derivados de la pugna por materias primas energéticas, el desplazamiento de comunidades locales por la construcción de infraestructuras energéticas por parte de grandes multinacionales o la contaminación ambiental generada tanto por la quema de combustibles fósiles como por la gestión de residuos nucleares,
Pero este análisis no puede ser completo si no se tiene en cuenta un enfoque de género e interseccional. Por todo ello, hemos querido destacar en la presentación que son las mujeres las que sufren con mayor virulencia las desigualdades, las discriminaciones y la feminización de la pobreza (según la ONU, el 70% de las personas empobrecidas en el mundo son mujeres), muy especialmente en los países del Sur global. En los conflictos los cuerpos de las mujeres son convertidos en campos de batalla tanto en el país de origen, durante el tránsito como en el país de acogida o refugio. Conflictos generados por los intereses de grandes corporaciones transnacionales, oligopolios energéticos, cuya máxima es la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y donde se obvian las consecuencias de esta sobreexplotación definida como externalidades. Las empresas transnacionales actúan con total impunidad en los territorios del Sur global, donde los DDHH son sistemáticamente violados. La relación que las mujeres tienen con la energía y sus usos así cómo la falta de acceso a ésta condiciona la vida de muchas, principalmente, y una vez más, en el Sur global pero también en el Norte empobrecido, donde las cifras de pobreza energética aumentan año tras año.
En fundamental incidir en la necesidad de participar en el cambio de modelo energético desde todas las esferas, desde lo individual a lo colectivo, a nivel particular, empresarial e institucional. Una transición hacia un nuevo modelo energético sustentado por energías renovables, distribuido, descentralizado, justo, equitativo, inclusivo, democrático, representativo, participativo, emancipador y en manos de las personas; un nuevo modelo energético en el que la energía sea considerada un derecho básico, la vida se sitúe en el centro y que minimice los impactos en nuestros cuerpos, en el de todos los seres que cohabitamos el planeta y en los otros territorios.
Apagar la energía que desplaza para utilizar aquella basada en recursos autóctonos, que no genere grave contaminación ambiental ni grandes infraestructuras y libere, por tanto, al mundo de tensiones innecesarias, protegiendo el derecho de todas las personas a vivir en un entorno seguro y sostenible.
Una inversión ética, rentable y responsable
Invitamos, junto a CEAR, a la ciudadanía a realizar una inversión ética, desde los valores de la economía social y solidaria y tan rentable como responsable, con participaciones a partir de 100€, en la financiación de una instalación fotovoltaica comunitaria. De esta forma, las personas participantes se convertirán en productoras de energía renovable, su inversión les reportará ingresos durante 23 años con un 4’5% de rentabilidad, al tiempo que un 9% de los beneficios que se obtengan con la venta de electricidad servirán para apoyar la labor de CEAR en la acogida de personas refugiadas que son víctimas directas del actual modelo energético.
La planta fotovoltaica que estamos socializando a través de las participaciones obtenidas con Enciende Refugio está ubicada en la localidad madrileña de Loeches y cuenta con una potencia nominal de 20 kW. Su estimación de energía producida es de 32.400 kW al año, lo que supone una estimación de emisiones evitadas de 26 toneladas de CO2 al año.
Enciende el interruptor ético. Enciende Refugio