Bastaría con recordar los lemas de las dos últimas cumbres climáticas y contrastarlos con el de la que comienza este jueves en Emiratos Árabes Unidos (EAU) para concluir que no hay que albergar demasiadas esperanzas. Hemos pasado del Paris promised, Glasgow must deliver (2021) al Together for Implementation (2022) y al Unite. Act. Deliver de 2023. Aunque haya, que los hay, quienes sostienen que las conferencias de las partes (COPs) sirven para algo, es desalentador que hasta los creativos de los eslóganes hayan entrado en bucle y no se den cuenta de que empiezan a repetirse. De hecho, a la conferencia de este año la podríamos titular: COP28, la feria de los combustibles fósiles.
Más COP más grados
La COP27, celebrada el año pasado en Egipto, arrancó con la Ciencia advirtiendo de que lo hecho hasta entonces llevaba al planeta a un calentamiento planetario de 2,8º C. Hace una semana, el último informe sobre la brecha de emisiones de la ONU saludaba la cumbre de Dubái con una horquilla de entre 2,5 y 2,9º C sobre los niveles preindustriales; muy lejos, en ambos casos, del objetivo ideal (aumento de la temperatura de un grado y medio) y del sucedáneo de los 2º C. Tal reiteración llevó a alguien tan poco sospechoso como la revista The Economist a afirmar hace un año que los políticos y profesionales de la cosa podían ahorrarse ciertos mensajes: “Sería mucho mejor reconocer que el 1,5º C está muerto”.
La última entrada sobre estas cumbres en el blog de Ecooo data de 2019, y en ella se denunciaba la “feria de los combustibles fósiles” en que se había convertido la COP25 de Madrid, con apoyo gubernamental. Cuatro años después, el mensaje de entonces sigue desafortunadamente vigente: “No podemos contar con la clase política ni con las corporaciones (…) pero sí podemos contar con nosotros y nosotras mismas. Necesitamos mandar un mensaje unido, orquestado y colectivo de que por ahí no vamos a seguir”. Puede que esas ferias tengan alguna utilidad, pero lo que sirve realmente es la ciudadanía organizada, que cuestione la propiedad de los medios de producción energética y apueste, como contrapeso, por instalaciones de autoconsumo renovables modulares y en manos de la gente. Es lo que Ecooo lleva haciendo los últimos 20 años.
Las COP: licencia para contaminar
Tiene su guasa que sea el séptimo mayor productor mundial de crudo, con trazas de petroestado desde los años 70 del siglo XX y uno de los principales emisores per cápita, el que acoja la 28º edición de la cumbre global contra la emergencia climática. Sin embargo, no por paradójico debiera sorprendernos: Qatar, que como EAU anda flojillo en cuanto a libertades y derechos fundamentales, celebró pese a las protestas todo un Mundial de fútbol en 2022; y el país que más COPs ha albergado es Polonia, que incluso hoy sigue mostrando una querencia desmedida por el carbón.
El año pasado, los precios disparados del petróleo y del gas otorgaron a Emiratos unos ingresos de 100.000 millones de dólares. Aun así, los combustibles fósiles ya sólo representan un tercio de su PIB, porque el cobro continuado de semejantes cheques le ha permitido diversificar su economía con rapidez. De hecho, el presidente de la cumbre de Dubái, Sultan al-Jaber, dirigió el gigante emiratí de energías renovables Masdar antes de pasarse al lado oscuro como máximo responsable de la petrolera de Abu Dhabi. Y, por eso, seguro que mientras inaugura la COP se le viene a la cabeza la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que, debido a unos problemillas entre sus integrantes y socios, pospuso hasta este 30 de noviembre su reunión ministerial, coincidiendo pues con el arranque de la cumbre climática. El objetivo del cártel es, por descontado, acordar una reducción de la producción para que los precios suban.
Esta doble condición del anfitrión de la COP28 ha quedado en evidencia gracias al Centre for Climate Reporting y la BBC, que han publicado que Al-Jaber habría aprovechado las negociaciones preparatorias de la cumbre para intentar cerrar acuerdos sobre combustibles fósiles con decenas de gobiernos extranjeros.
Más y más cabilderos
También cotiza al alza el número de grupos de presión. En Dubái se puede pulverizar el récord de lobistas en favor de los combustibles contaminantes, que ya había subido en la cumbre que se celebró en el balneario egipcio del Mar Rojo. Entonces fueron 636, ya sea “directamente afiliadas a corporaciones, incluidas Shell, Chevron y BP”, o como “miembros de colectivos que actúan en nombre de la industria” o incluso empotrados en las representaciones de algunos países. Cabe recordar que en la COP27 sólo hubo una delegación más numerosa que la que resulta de sumar a los cabilderos: curiosamente, la de Emiratos Árabes Unidos.
La cumbre egipcia tuvo que retrasar unos días su clausura ante las dificultades para consensuar la declaración final. En ella, la expresión phase out all fossil fuels (es decir, eliminarlos) dio paso finalmente a phase down (reducirlos gradualmente).
Objetivos descafeinados
En este contexto arranca la COP de Dubái. Otras expresiones como aumentar la ambición, última oportunidad, aún estamos a tiempo, en todos los idiomas, salpican de nuevo las previas y editoriales periodísticos, las declaraciones de políticos, ONGs, corporaciones, los documentos e informes… un clásico. El nuevo mantra es triplicar para 2030 la potencia instalada renovable y duplicar la eficiencia energética (mitigación), pero también avanza posiciones la resignada adaptación y no termina de arrancar el Fondo de Daños y Pérdidas, a pesar de que 2023 ha demostrado con creces que esos daños y pérdidas también cotizan al alza, ensañándose especialmente con los países y colectivos más vulnerables.
La cumbre acogerá a 70.000 personas y unas cuantas llegarán al emirato en sus jets, en abierta contradicción con las urgentes necesidades de descarbonización. Ya lo dijo el historiador holandés Rutger Bregman en 2019, en su primera (y viral) presencia en la reunión anual del foro Económico Mundial en Davos (Suiza): “Me resulta desconcertante que 1.500 aviones privados vuelen hasta aquí para escuchar a Sir David Attenborough explicar cómo nos estamos cargando el planeta”.
La mejor solución contra la crisis climática: la acción colectiva
Debemos asumir que gobiernos y empresas que se dedican a los combustibles fósiles no van a ser las que pongan la solución, si es que asumimos que llegamos a tiempo, a la crisis climática. Es difícil, visto lo visto, poner las esperanzas en superestructuras sobre las cuales tenemos nulo control. Por supuesto, es necesario seguir haciendo ruido y denunciando la farsa a la que se dedican los respresentantes gubernamentales, con dinero público, por cierto, pero no nos quedamos ahí. La acción individual y colectiva es necesaria.
En Ecooo proponemos la inversión en plantas fotovoltaicas para generar energía colectiva y renovable. Proponemos que, desde una cantidad tan pequeña como 100 euros, se haga frente al lobby energético. Que nos convirtamos en productores y productoras y vertamos energía renovable a la red.