El Día de la Tierra es un llamamiento a reconocer la crisis climática que sufrimos y que cada día se agrava más. Hace ya más de 50 años del 22 de abril de 1970, cuando el senador estadounidense, Gaylord Nelson, junto al entonces estudiante universitario, Denis Hayes, coordinaron más de 2.000 manifestaciones por todo el país. ¿Su reclamación? Concienciar del impacto de la actividad humana sobre el planeta.
Las Naciones Unidas designaron este día como el Día de la Tierra. Con el paso de los años, hasta 193 países se han unido en la protección del medioambiente. No obstante, hace 53 años el bosque amazónico era tres veces más grande y el hielo ártico ocupaba más del doble que ahora. Si bien la conmemoración de este día marcó hitos institucionales, como la Cumbre de la Tierra en Brasil , la Agencia de Protección Ambiental de EEUU, el Protocolo de Montreal o, la más reciente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); existen voces críticas con la incompatibilidad de que los ritmos de producción del capitalismo actual puedan mantenerse a niveles climáticos.
Pese a las evidentes sequías, el aumento de las temperaturas o el empeoramiento de la calidad del aire aún hay quien niega el cambio climático. Pero nos situamos en un punto en el que debemos ir más allá que entrar al debate con los conspiranoicos: debemos actuar. La naturaleza y la sociedad se correlacionan inevitablemente. Eso sí, la primera puede existir sin la segunda. Y aquí es donde coge importancia la crisis climática. No podemos responder a la destrucción de los recursos del planeta con una huida hacia delante y seguir manteniendo los ritmos de producción como si no tuviesen ningún impacto.
Pero no todo vale y tampoco de cualquier manera. Conocido es el conflicto actual con los macroparques. Estas macroinstalaciones de energía eólica y fotovoltaicos permiten generar energía sin gases de efecto invernadero. Se están alcanzando récords mundiales nunca vistos en cuanto a generación de energía eléctrica gracias a las renovables. Sin embargo, traen nuevos problemas: afectan a la biodiversidad y a la fauna y flora de las zonas rurales, al paisaje, aumentan la deforestación, a los apicultores y a los habitantes de estas localizaciones. Y, aunque ahora mismo fuese imposible porque la demanda energética todavía no está electrificada ni preparada para la cantidad de macroparques que se han proyectado, el aumento de estos macropaques genera desigualdades y no asegura un freno total a la crisis climática.
Ser propietarios de la energía para posibilitar el cambio
Si bien los ODS y la ONU tienen en cuenta el cambio climático, no se plantean la posibilidad de cambiar el sistema de producción. Más importante que el cambio de modelo energético es el cambio de conciencia social. No es posible seguir viviendo como lo hacemos. Debemos encontrar nuevas formas de organización social. Por eso en Ecooo llamamos en este Día de la Tierra a una reflexión sobre el momento ecosocial que atravesamos y nuestro tipo de producción y consumo.
Podemos organizar de forma consciente nuestra interacción con el entorno. También reflexionar sobre sus necesidades sociales y limitarlas si es necesario. La energía es una forma de interaccionar con la naturaleza. En Ecooo queremos hacer a las personas propietarias y consumidoras de la energía que producen. No todo tiene que estar constantemente impulsado por el crecimiento, puede estar planificado en base a unas necesidades ya conocidas.
Aunque no podamos crear una sociedad no capitalista, podemos poner la energía en manos de las personas. Hacer a las personas prosumidoras de la energía solar y autoabastecerse. Es un primer paso para concienciar y empoderar a la gente al respecto de nuestra interacción y aprovechamiento del entorno.