La flor de cerezo y su breve florecimiento tiene un significado simbólico para los budistas. Se asocia con la temporalidad y el carácter pasajero de la belleza y la vida, pero también con el ciclo de transformación de la vida, por lo que también significa renacer.
Además, la floración de este árbol es un maravilloso acontecimiento de la naturaleza que año tras año, cada primavera, es contemplado por millones de personas en todo Japón. Una triste coincidencia la que, desde hace cinco años, las primeras flores nos traigan el recuerdo del Japón por otras causas: el accidente de la central nuclear de Fukushima.
«…ante las evidencias del cambio climático en nuestras ciudades, deviene urgente un cambio de modelo energético que pasará por la eficiencia energética y el uso de energías renovables o levantará las peores alambradas: las de la pobreza energética, las catástrofes nucleares, los conflictos globales por el control de los recursos energéticos y sus consecuencias: migraciones climáticas, refugiados, pobreza estructural -cultural, educativa-, dependencia energética y alimentaria, destrucción de hábitats naturales para acaparamiento y expolio de tierras -desde incendios en pleno invierno en los montes cantábricos a la desertificación en zonas extensas del África Oriental-.
Este panorama de urgencia global requiere de soluciones. Todas ellas pasan por poner en manos de la ciudadanía los recursos necesarios para una vida digna con derechos fundamentales garantizados. Empezando por la información para la toma de conciencia global, porque como dice Amalia Varcácel, “ser optimista informado es la mejor manera de hacer algo”, y accediendo progresivamente a las alternativas sostenibles, que garanticen la vida, la convivencia pacífica entre pueblos y respetuosa con los límites del planeta.
Estas nuevas formas de resistencia y lucha tienen ya nombres: soberanía alimentaria, decrecimiento, economía verde, “desobediencia solar” o desinversión en energías sucias y contaminantes para invertir colectivamente en renovables.
A eso se dedica de manera pionera en España empresas de no lucro como Ecooo, que bajo el lema de “Participa en la Revolución solar”, levantó hace 10 años la trinchera frente al oligopolio eléctrico que gobierna en España para poner en manos de la ciudadanía plantas solares fotovoltaicas en riesgo de caer en manos de bancos o fondos buitres que sobrevuelan los pocos tejados que en nuestro país aprovechan el Sol para generar energía limpia.
El decreto ley que grava el autoconsumo fotovoltaico en España debería haberse aplicado a la desinversión en fósiles. Porque más allá del acuerdo de la Cumbre del Clima de París, el planeta y todos nosotros necesitamos comenzar a cambiar hábitos de consumo y reclamar nuestro derecho a respirar un aire limpio y hacer uso de energías renovables que no supongan más costes ni para nuestros bolsillos, ni para nuestra salud ni para la del planeta.
Mientras, con la plantación de cerezos hoy en varios lugares de nuestra dañada geografía se conmemoran los cinco años del accidente causado en la central nuclear de Fukushima en Japón. Actos que quieren abrir el “camino hacia el renacimiento” asociado a esta bella flor.
Lee el artículo completo en el diario Público: