La relación entre la demanda eléctrica y la actividad económica medida a través del PIB se ha visto alterada. Estos dos índices, que históricamente han ido de la mano en los últimos años, se han desacoplado, tal y como indica el informe de Red Eléctrica Española Demanda eléctrica y actividad económica: ¿Cambio de paradigma? publicado en febrero de este año.
Según el informe, el punto de inflexión ha sido la crisis económica del año 2008, aunque por sí sola no es capaz de explicar este cambio. Así, hasta el año 2005 la demanda de energía eléctrica crecía con mayor intensidad de lo que lo hacía la actividad (PIB). Sin embargo, en los años previos al inicio de la crisis 2006-2008, la relación entre la demanda y el PIB cambió, y si bien ambas magnitudes evolucionaban con el mismo signo, su relación era menos intensa que en periodo anterior. Durante los años de crisis más profunda, las relaciones entre ambos índices fueron variables, debido a que fue un periodo de ajuste. Finalmente, en el proceso de recuperación post-crisis, la recuperación de la actividad fue más acelerada que la demanda eléctrica.
La demanda eléctrica y la demanda energética
La demanda eléctrica forma parte de una medida mayor, que es la demanda energética. Ésta nos da una idea de la demanda energética general, la cual comprende, además de la energía eléctrica otras como la eólica o la nuclear.
Según Red Eléctrica Española, “la demanda energética ha sufrido cambios mucho más profundos que la demanda eléctrica de tal forma que la demanda energética correspondiente al año 2017 era un 16% inferior a la correspondiente al año 2007, mientras que la demanda eléctrica “sólo” era inferior en un 7% en el mismo período, por lo que en el resto de las energías el descenso ha tenido que ser mucho mayor que el 16%”. En el gráfico inferior se puede comprobar el desacople producido entre la demanda energética, la eléctrica y el PIB.
Fuente: Red Eléctrica Española
En general, la reducción de la intensidad de la demanda energética se debe a la confluencia de dos grandes factores, a saber: la eficiencia – que sea necesaria menos energía para llevar a cabo determinadas actividades – y un cambio en la estructura económica – que cambien los sectores económicos que más contribuyen a la generación de PIB, por ejemplo, del sector industria al servicios-. En el informe, Red Eléctrica afirma que “durante el último período (2014- 2016), la menor inversión en bienes de capital, la pérdida de competitividad vía precio de la electricidad y la mayor eficiencia, han contribuido al descenso de la intensidad eléctrica. Esta situación es similar a la que se ha producido en la demanda de energía, aunque de mayor magnitud en ésta, dado que a pesar de la moderación observada, el peso del consumo de electricidad ha aumentado en el total del consumo de energía sustituyendo a otras fuentes”.
Cabe preguntarse por qué España tardó entre 8 y 10 años más que los países del entorno europeo en comenzar la senda del decrecimiento energético. La respuesta, como decía Red Eléctrica, la podemos encontrar por un lado, en la peculiar estructura productiva del país, donde la construcción y la obra pública suponían el 10% del PIB a diferencia de otros socios europeos. La construcción es una actividad altamente intensiva en consumo de recursos y energía que ha perdido protagonismo frente al sector servicios en la última década. Asimismo, otro gran consumidor, la industria, también ha perdido peso en la estructura económica de España, especialmente desde 2010, pasando a el 22% frente al 28% anterior. Finalmente, un precio de la energía artificialmente barato, herramienta que utilizó el gobierno de entonces para controlar la inflación, que fue uno de los requisitos que se planteó para acceder a la zona Euro, generando lo que hoy conocemos como déficit de tarifa.
En el resto de sectores se también se han apreciado reducciones en el consumo en la medida en que las nuevas tecnologías se han implantando, ya sean calderas de alta eficiencia, aires acondicionados cada vez más eficientes, mejoras en el aislamiento y buenas prácticas en el uso de la energía, como las Directivas de eficiencia energética impuestas por la UE desde 2012 que establecen límites a la temperatura en espacios de trabajo y espacios públicos climatizados.
La relación entre consumo energético y producción ha cambiado. Es necesario caminar en medidas que supongan una reducción del gasto energético. Además, de fomentar que la energía consumida provenga de fuentes renovables, que ejerzan menos presión sobre los límites planetarios.