Cada 1 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Ecología, una fecha que, paradójicamente, queda opacada por las festividades de Todos los Santos o el Día de Muertos. A pesar de su relevancia, este día suele pasar desapercibido, quizás en un reflejo simbólico del futuro ambiental que nos espera si no tomamos medidas, las emisiones de CO2 crecen, y los ecosistemas se degradan y la biodiversidad disminuye a un ritmo alarmante. Por ello, el Día Mundial de la Ecología busca visibilizar esta urgencia, alentando a la sociedad a reflexionar y actuar en conjunto.
El futuro del planeta está definido, pero de manera inestable. Las grandes corporaciones, mediante estrategias de diseño especulativo y creación de futuros, proyectan cómo será el mundo en las próximas dos décadas. Sin embargo, esta visión suele ignorar los límites medioambientales. En la carrera por obtener los máximos beneficios y preservar el poder, estas entidades han degradado innumerables ecosistemas, lo que convierte en urgente la necesidad de un cambio del propio sistema económico. La celebración del Día Mundial de la Ecología es un recordatorio de que cada voz cuenta en la lucha por un futuro sostenible.
La ecología como ciencia y conciencia social
Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha convivido en armonía con la naturaleza. Muchas culturas han desarrollado modos de vida respetuosos con los ecosistemas, y aunque estos ejemplos son cada vez menos frecuentes, aún existen comunidades en equilibrio con su entorno natural. Todavía podemos encontrar reservas de biosfera, espacios de total armonía del ser humano con la naturaleza, como Urdaibai, que está siendo amenazada por la construcción de un segundo Guggenheim, o en Palas del Rei,en la comarca de Ulloa, donde Altri, una macrofábrica de celulosa, .ha decidido instalarse.
Es un claro ejemplo de cómo los modelos económicos impulsados por el capitalismo extractivo han llevado a una producción desmedida, dejando al planeta en una situación crítica. Como sociedad producimos más de lo que necesitamos y podemos consumir, deteriorando cada vez más nuestro medio ambiente.
Para impulsar el cambio es vital apoyarse en la ecología. Desde sus bases científicas, promueve prácticas de producción y consumo en sincronía con la naturaleza. Iniciativas como la gestión de residuos, la conservación del agua y la transición a energías limpias son clave para mejorar la calidad de vida actual y futura. La colaboración entre el sector público, la sociedad civil y la empresa privada sin ánimo de lucro es esencial para avanzar hacia una economía ecologista y lograr una verdadera sostenibilidad que respete al medio ambiente.
La revolución verde por un futuro sostenible
Las energías renovables, especialmente la solar, es un pilar en esta transición ecológica, especialmente en zonas antropizadas y cercanas a los centros urbanos. La agrovoltaica, además, permite combinar la agricultura con la generación de energía solar, mientras que los avances en la tecnología abren la puerta a que cada hogar participe en esta revolución. Afortunadamente, las renovables ya lideran la producción de energía, pero aún hay mucho por hacer. Es necesario extender esta transición hacia una «revolución solar» accesible para todos, en la que los ciudadanos participen directamente en la generación de energía limpia y segura.
La sostenibilidad no es una opción, sino un compromiso. Para avanzar hacia un futuro ecológico, es vital fomentar inversiones en tecnologías limpias y energías renovables, poniendo el poder en manos de la sociedad. Con esta transición, no solo podemos frenar la degradación ambiental, sino construir un mundo más justo y equilibrado para las próximas generaciones.