El 28 de abril de 2025 España vivió el gran apagón energético de su historia, nada que no se haya comentado ya y cubierto por todos los medios, desde los más profesionales, hasta los más populistas amarillistas. La electricidad cayó en cascada en varios puntos del país, y el relato no tardó en construirse; que si demasiada fotovoltaica, que si el Sol descontrolado, que si la transición energética se nos fue de las manos. Pero la realidad es otra. El apagón no lo causaron las renovables, sino las consecuencias acumuladas de veinte años de privatización de la red eléctrica. Un sistema diseñado para que unas pocas empresas lo controlen todo, incluso cuando ya no pueden sostenerlo.
Porque no nos sobra energía limpia. Lo que tenemos es un exceso de gas y unas cuantas centrales sobredimensionadas a las que el Estado ha pagado más de 53.000 millones de euros para que estén ahí, latentes, absorbiendo las oscilaciones de un sistema que se niega a adaptarse al siglo XXI. Mientras tanto, en un país que ha demostrado ser capaz de cubrir su demanda con renovables, se sigue privilegiando a las tecnologías fósiles porque garantizan rentabilidad a quienes dominan el mercado. Y no es que falten soluciones, de lo que no se habla es que desde 2021 existe la normativa que permite a las renovables participar activamente en la regulación de las oscilaciones de la red. ¿Por qué no se aplica? Porque el oligopolio energético no vive del cambio, sino de estirar el modelo que le da poder y dinero.
Un sistema saturado, sin inteligencia ni democracia
El informe que ha publicado la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) tras el apagón es claro: el problema no está en la generación renovable, sino en la incapacidad del sistema para integrar esa generación de forma flexible, descentralizada y planificada. En primavera ya se venían registrando precios negativos en el mercado mayorista, una señal de exceso de oferta respecto a la demanda, pero la red no estaba preparada para responder con inteligencia. Los puntos de evacuación estaban saturados, el almacenamiento no tenía prioridad, y las decisiones seguían en manos de unos pocos operadores sin incentivos para cambiar.
El informe de la CNMC apunta a la necesidad de reorganizar la jerarquía de acceso a la red. Propone eliminar la vieja distinción entre tecnologías gestionables y no gestionables, y en su lugar priorizar las instalaciones renovables con almacenamiento acotado (hasta 4 horas), capaces de aportar estabilidad en momentos críticos. También se exige que las plantas estén conectadas a centros de control y se propone que las distribuidoras puedan intervenir ante congestiones locales. Es un paso hacia una red más inteligente, pero también más democrática, porque si todas participamos en la generación, también debemos poder participar en la gestión del sistema.
Un nuevo marco, con los mismos riesgos
El 12 de junio, el Consejo de Ministros aprobó el Real Decreto 568/2025, que modifica el RD 413/2014 y materializa muchas de estas propuestas. Con este decreto, se da prioridad a las renovables con almacenamiento, se ajustan los incentivos para evitar producir en horas con precios negativos y se refuerzan los mecanismos de control y coordinación. El texto establece que la CNMC podrá definir las condiciones técnicas y retributivas del control de tensión como servicio adicional, abriendo la puerta a que las renovables participen activamente en la estabilidad del sistema.
Pero aún queda mucho por hacer. El propio decreto reconoce que su implementación real no llegará antes de 2026. Se necesitan pruebas entre empresas, adaptaciones técnicas y una voluntad política que no siempre está garantizada, sólo hace falta hacer una pequeña radiografía del Congreso de los Diputados y del Senado. Porque, aunque el apagón encendió todas las alarmas, nada asegura que el viejo modelo no siga reproduciéndose bajo nuevas formas. Si la transición energética se deja en manos de los mismos actores que nos llevaron al colapso, difícilmente será justa, ni mucho menos estará en manos de la gente.
Tomar la red, tomar la energía
El apagón del 28 de abril fue una señal. No solo de saturación técnica, sino de agotamiento político. No podemos seguir confiando en operadores, distribuidores y comercializadoras privadas para sostener el bien común. El sistema energético español sigue siendo una herencia del franquismo. Por eso, ahora más que nunca, toca fortalecer nuestra capacidad de respuesta desde abajo, desde la colectividad de la ciudadanía. Juntas podemos impulsar el autoconsumo, tejer comunidades energéticas y democratizar la propiedad de los recursos.
En Ecooo lo decimos con claridad: tomar la energía es tomar poder, es generar independencia ciudadana; es poner un recurso tan básico, necesario y universal en manos de la gente. Las renovables no solo generan electricidad limpia, también pueden gestionar la tensión de la red, responder rápidamente a necesidades puntuales, adaptarse al territorio y devolver el control a las personas. No estamos condenadas a depender de un sistema que se cae. Podemos construir otro, distribuido y democrático. Y en Ecooo sabemos cómo hacerlo. Llámanos.