Los días dos y tres de la COP22 ha quedado claro que, pese a discursos como el de ayer de John Kerry, en el que apelaba a la ciudadanía para mantener a EE.UU. en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático con un “We are all in this together“, las negociaciones se enredan en asuntos técnicos y la división en zonas (azul para aquellos presentes en las negociaciones y verde para representantes de la sociedad civil), hacen que el estado real de las cosas sea muy difícil de seguir.
A eso hay que sumar dos dinámicas preocupantes: por un lado, la enorme presencia de empresas en la zona verde, que llegan a vender incluso “petróleo verde”, y que consigue camuflar la verdadera urgencia del cambio climático entre el progreso técnico. Por otra parte, la omnipresencia de Trump en todos los discursos y en todos los corrillos.
No se sabe qué va a pasar, si Trump va a sacar a EE.UU. del acuerdo de París, o si se van a quedar y bloquearlo desde dentro. Pero lo que está claro es que no podemos permitir al resto de países que se queden inmóviles al borde del camino. Al contrario, más que nunca, necesitamos asegurarnos de que la presión por la acción frente al cambio climático viene de todos los niveles.
Precisamente ayer, participamos en unas jornadas de encuentro entre activistas organizadas por la Coalición Marroquí contra el Cambio Climático en el espacio autogestionado de la Universidad Cadí Ayyad de Marrakech. El encuentro contó entre otros con la presencia del Eurodiputado Xabier Benito, que no dudó en identificar enemigos comunes como Iberdrola, que destruye ecosistemas en Brasil mientras genera pobreza energética (y sus trágicas consecuencias) en España como un primer paso a la acción común entre Norte y Sur. O en subrayar las acciones locales que muchos municipios están emprendiendo convirtiéndose así en los principales motores del cambio de modelo frente a un gobierno que viene a Marrakech a hacerse la foto.
Me gustó mucho ver además a un grupo importante de representantes de asociaciones acreditadas como observadores en la zona azul presentes en los diferentes grupos de trabajo,en los que se podían escuchar alto y claro las preocupaciones y las luchas de las asociaciones locales, que no dejan de resultar familiares: el problema de la agricultura extensiva y los pesticidas y la soberanía alimentaria, la preservación de los bienes comunes o la defensa de los derechos básicos de acceso a los recursos. Con una sola diferencia: en la orilla Sur del Mediterráneo, ya no se habla ni de luchar contra el cambio climático ni de mitigar las consecuencias, sino de encontrar la mejor manera de adaptarse.
Y conviene recordar un único dato técnico: África es responsable únicamente del 5% de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
¿Hace falta decir más?
¡Abrazos!